Rogativas meteorológicas
El territorio prototípico de rogativas meteorológicas ha sido, y es, la región climática del sureste ibérico, por su régimen pluviométrico extremadamente irregular y contrastado, que combina intensas y prolongadas sequías con lluvias torrenciales; de ahí que las rogativas posean motivaciones opuestas: unas pro pluvia o ad petendam pluviam, para impetrar la lluvia, y otras, pro serenitate, para pedir que se serene el tiempo y cese de diluviar; más frecuentes, no obstante, las primeras que las segundas. Las peores sequías de los siglos XVIII a XX han permitido documentar, con todo lujo de detalles, las rogativas pro pluvia realizadas por entonces en las sedes episcopales de Murcia y Orihuela, así como en las ciudades de Alicante y Lorca, entre otras.
Para el sureste ibérico, cuando aún no se disponía de datos meteorológicos suficientes, es posible establecer la gravedad y duración de una sequía atendiendo exclusivamente a la información sobre rogativas, ya que, en función del nivel de la rogativa – y se distinguen, al menos, seis -, percibimos, con exactitud suficiente, cuál era el grado de angustia y desesperación, merced a los intercesores o a que se practicase, incluso, una reunión de intercesores. Como la celebración de rogativas públicas implicaba la solicitud de las mismas por las autoridades civiles a las eclesiásticas, cuando las relaciones entre ambas eran tensas, tal y como ocurrió bajo la dictadura revolucionaria de Mendizábal, regencia de Espartero y bienio progresista, períodos todos ellos con disposiciones desamortizadoras, faltan aquéllas en presencia de durísimas y prolongadas sequías. Agobiada por la sequía la cuenca del Segura, la última rogativa ad petendam pluviam tuvo lugar el 9 de septiembre de 2006, sirviendo de retablo el grandioso frontis de la catedral de Murcia.
Bastantes menos numerosas que las rogativas de sequía han sido, en el transcurso de los siglos, las pro serenitate, con algunos rituales perfectamente establecidos en las áreas más afectadas por las inundaciones, particularmente en la Vega Baja del Segura. La propia existencia de este tipo de rogativas constituye prueba evidente de que, contra una afirmación bastante generalizada y, sin embargo, errónea, el “mal tiempo” en el sureste ibérico no es efímero, sino infrecuente.
Para el sureste ibérico, cuando aún no se disponía de datos meteorológicos suficientes, es posible establecer la gravedad y duración de una sequía atendiendo exclusivamente a la información sobre rogativas, ya que, en función del nivel de la rogativa – y se distinguen, al menos, seis -, percibimos, con exactitud suficiente, cuál era el grado de angustia y desesperación, merced a los intercesores o a que se practicase, incluso, una reunión de intercesores. Como la celebración de rogativas públicas implicaba la solicitud de las mismas por las autoridades civiles a las eclesiásticas, cuando las relaciones entre ambas eran tensas, tal y como ocurrió bajo la dictadura revolucionaria de Mendizábal, regencia de Espartero y bienio progresista, períodos todos ellos con disposiciones desamortizadoras, faltan aquéllas en presencia de durísimas y prolongadas sequías. Agobiada por la sequía la cuenca del Segura, la última rogativa ad petendam pluviam tuvo lugar el 9 de septiembre de 2006, sirviendo de retablo el grandioso frontis de la catedral de Murcia.
Bastantes menos numerosas que las rogativas de sequía han sido, en el transcurso de los siglos, las pro serenitate, con algunos rituales perfectamente establecidos en las áreas más afectadas por las inundaciones, particularmente en la Vega Baja del Segura. La propia existencia de este tipo de rogativas constituye prueba evidente de que, contra una afirmación bastante generalizada y, sin embargo, errónea, el “mal tiempo” en el sureste ibérico no es efímero, sino infrecuente.
Labels: Clima
0 Comments:
Post a Comment
<< Home